24 mayo 2007

Acceder al cielo

"Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa [...] un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria."

Gabriel García Márquez Cien años de soledad

2 comentarios:

Ra dijo...

Ay, Andrea, grata sorpresa de "fíos invisibles"...parece que nos ponemos de acuerdo, qué gusto.
..."Acceder al cielo"...tiene que ser hermoso.

Bicos ao lonxe.

Cobiñas dijo...

Sí, Ra, lo vi justo después de poestear esto... digo, fue cien por ciento casual :-))

Abrazos, Andrea