"No lejos de la margen del Sena vive olvidado don José de San Martín [...] ¡Tanta gloria y tanto olvido! ¡Tan grandes hechos y silencio tan profundo! [...] Sus ojos pequeños y nublados ya por la vejez, se han abierto un momento, y mostrádome aquellos ojos dominantes, luminosos de que hablan todos los que le conocieron; su espalda encorvada por los años se había enderezado; avanzando el pecho, rígido como los de los soldados de línea de aquel tiempo, su cabeza se había echado hacia atrás, sus hombros bajádose por la dilatación del cuello, y sus movimientos rápidos, decisivos, semejaban al del brioso corcel que sacude su ensortijada crin, tasca el freno y estropea la tierra. Entonces la reducida habitación en que estábamos se había dilatado, convirtiéndose en país, en nación; los españoles estaban allá; el cuartel general aquí; tal ciudad acullá; tal hacienda, testigo de una escena, mostraba sus galpones, sus caserías y arboledas en derredor de nosotros...
¡Ilusión! Un momento después, toda aquella fantasmagoría había desaparecido; San Martín era hombre y viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habíamos vuelto a la época presente y nombrado a Rosas y su sistema. Aquella inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan penetrantes que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban ahora turbios, y allá en la lejanda tierra veían fantasmas de extranjeros, y todas sus ideas se confundían, los españoles y las potencias europeas, la patria, aquella patria antigua, y Rosas, la independencia y la restauración de la colonia; y así fascinado, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia, parecía enderezarse sobre su sarcófago para defender la América amenazada."
¡Ilusión! Un momento después, toda aquella fantasmagoría había desaparecido; San Martín era hombre y viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habíamos vuelto a la época presente y nombrado a Rosas y su sistema. Aquella inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan penetrantes que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban ahora turbios, y allá en la lejanda tierra veían fantasmas de extranjeros, y todas sus ideas se confundían, los españoles y las potencias europeas, la patria, aquella patria antigua, y Rosas, la independencia y la restauración de la colonia; y así fascinado, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia, parecía enderezarse sobre su sarcófago para defender la América amenazada."
Domingo F. Sarmiento Viajes por Europa, África y América (1845-1848)
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