17 marzo 2016

La voluntad

"Porque la gravedad es una cosa y la voluntad otra... Yo veía la voluntad en todo... En la ventana de un tren, ahí donde para la gente hay un rectángulo que recorre el campo dejando atrás postes de teléfono, para mí había una persecución de postes desbocados, fra, fra, que entraban corriendo como locos por el borde de la ventana y por el otro se iban sin mirar a los costados. Si me bajaba en una estación, que los postes se huieran quedado quietos de golpe me parecía lógico por lo cansados que debían de estar... Eran inversiones sencillas, ya ves, pero lamentablemente siempre me agarraban desprevenida, mucho más cuando yo estaba en juego. Entonces se convertía en una cuestión de dominio. Los objetos... Los ojetos decidían sobre mí; todavía lo hacen, a veces. Una sensación, a lo mejor: que en vez de beber el café, me invade, no, mejor me infiltra un hilo caliente; que una naranja no se está dejando masticar, si no que me acidifica, ¿puedo decirlo así? Y muchas veces, muchas veces, que el día es un segmento claro, único, detenido, siempre el mismo lugar de paso, una zona del redondel oscuro por donde yo voy empujando algo sin parar... Exagero, seguramente, y vos estarás pensando que exagero mucho... Pero lo que puedo asegurarte es que con los años y las expulsiones y los sellos que se acumulaban en los pasaportes, el mundo se empezó a mover con más habilidad y más rapidez que yo, y a mí me daba mucho trabajo embocar el cuerpo en el hueco de una puerta..."

Marcelo Cohen El oído absoluto