19 octubre 2010

Galicia X Rama

"Quisiera poder escribir
en el sobre de este envío:
'A mi madre,
Cielo de Galicia',
y que llegara a su destino.


Entrada
No se hallará registro de esta tierra en ningún atlas, por grande y minucioso que sea. Se podrá encontrar en ellos todo, las Islas Bienaventuradas o las Tierras del Gran Tamerlán, pero no esta, mucho más pequeña, que se abre hacia el mar y también se rehúsa dentro de valles recoletos. Y sin embargo existe.

Esa mano vacilante que distingue al buen cartógrafo, no ha trazado nunca el arbitrario festón de su contorno, ni dibujado sus ríos con tinta azul, sus montañas de castaño claro, y el resto verde, verde intenso, homogéneo, para ilusionarnos con una vegetación que en verdad va hasta el herrumbre y hasta el negro.

Pero yo sé que existe y dónde. Yo sé el lugar donde sus pueblos se esconden en el campo, apenas revelados por las lámparas encendidas que van de una a otra casa de piedra gris cuando la noche avanza; sé de sus encinas plantadas en círculo y del sembradío minucioso que recubre sus tierras; sé de sus alamedas y también del mar que se abre entre montañas [...]

Cuando me aproximo a esta tierra, es la música la que se adelanta como dueña a saludarme. No puedo olvidarla por una razón simple: la oí por primera vez en una canción de cuna.

Es tierra de mi madre y no mía [...] por ella corrió haciendo pareja con el viento; se perdió en la niebla siguiendo la orilla sinuosa del mar; la oyó cantar desde la entraña recóndita. Por ella corre aún, vieja ya [...] Pero no va sola: aprieta mi mano con la suya en la que el tiempo enfundó un guante áspero. Y vamos a quién corre más y descubre más pronto las primeras manzanas escondidas en el árbol. Y ya no sé, cuando desciendo a este pensamiento, si es ella la que me lleva como niño de la mano o si soy yo el que corre por esa tierra y a mi lado trota mi hija o si son ellas dos, abuela y nieta, las que están descubriendo alborozadas un huerto secreto, en tanto las contemplo desde el vago sueño.

Hay que correr para abarcar la tierra, para que sea nuestra. Una lluvia cerrada la golpea, mojándola, hasta que ya no la vemos; y así, cuando se nos pierde, sabemos de pronto que es nuestra. Esa lluvia que no amengua el esplendor del sol sobre el cual cae, es el tiempo en que vamos perdiéndonos, donde también somos y estamos, vivientes, lujosamente revestidos de capa de agua que no cesa, donde nos reconocemos una última vez como los mismos.

Madre, hija, yo mismo: sangre de una infancia que a través de todos permanece. Para ella la tierra no alcanza y por eso cava en la memoria el acceso a otra en que seguir corriendo bajo el sol y la lluvia. Cuando ya no quede tierra o es poca y cierta la que nos espera, esta otra se extiende largamente ante nosotros. No tiene fin y tienta con mágicos presagios. Es nuestra como ninguna puede serlo, pues nadie nos disputará su materia que pacientemente hemos amasado durante una corta vida."

Ángel Rama Tierra sin mapa (1959)

12 octubre 2010

"Las dos orillas"

"¿Qué habría pasado si lo que sucedió, no sucede? ¿Qué habría pasado si lo que no sucedió, sucede? [...] Gemela de Dios, gemela de los hombres, sobre la laguna de México, cabe el río de Sevilla, se abren al mismo tiempo los párpados del Sol y los de la Luna. Nuestros rostros están rayados por el fuego, pero al mismo tiempo nuestras lenguas están surcadas por la memoria y el deseo. Las palabras viven en las dos orillas. Y no cicatrizan."
Carlos Fuentes "Las dos orillas" en El naranjo