27 junio 2007

Versiones de Asterión II

"Minos: Las madres no cuentan. Todo está en el caliente gérmen que las elige y las usa. Tú eres la hija de un rey, Ariana la muy temida, Ariana la paloma de oro. Él no es nuestro, un artificio. ¿Sabes de quién es hermano? Del laberinto. De su cárcel misma. ¡Oh caracol horrendo! Hermano de su jaula, de su prisión de piedra. Un artificio, mira, igual que su prisión. Dédalo los hizo a ambos, astuto ingeniero.

Ariana: Ella ha sido mi madre.

Minos: El ánfora ya rota en pedazos excecrables. Tu naces de mí como el aroma del vino profundo. Hija de rey, paloma de oro. Primero fuiste tú, y en Cnossos se alzaba la alegría como un potro en dos patas. Entonces urdió Dédalo la máquina de bronce, maleándola en secreto. Yo recibía embajadas, presidía torturas. Y entre tanta comisión real, Pasifae se rendía a un deseo de manos calientes y yugulares rotas.

Ariana: No lo digas. Saber una cosa no es como escucharla. Saber sin palabras, la cosa misma adherida al corazón, nos abriga de su imagen como un escudo.

Minos: Nadie me libró de escucharlo. Con palabras te lo diré para que la vomites de tu corazón y seas solamente la hija del rey. Cuando apenas le quedaba voz, al tercer día de suplicios, Axto derramó la verdad con su sangre. El toro era del norte, rojo y henchido, se le veía subir por la pradera como las barcas egipcias que traen a los emisarios y las vendas perfumadas. Ella estaba ya en la vaca luminosa, delfín de oro entre las hierbas, y fingía un mugido solitario y blando, un temblor en la piel de la voz.

Ariana: No lo digas. Axto murió mutilado y amargo. Su dolor hablaba por él, pero tú eres un rey.

Minos: El toro vino a ella como una llama que prende en los trigos. Todo el oro fúlgido se oscureció de pronto y Axto, desde lejos, oyó el alto alarido de Pasifae. Desgarrada, dichosa, gritaba nombres y cosas, insensatas nomenclaturas y jerarquías. Al grito sucedió el gemir del goce, lu lasciva melopea que en mi recuerdo se mezcla todavía con azafrán y laureles. No sé más, Axto murió en mitad de una palabra. Me acuerdo de la palabra: sonrisa.

Ariana: Hablaría de ella.

Minos: No sé.

Ariana: El toro era del norte, rojo y henchido. Lo digo como si escupiera los huesecillos de una paloma asada, las escamas del pescado. No quiero repetirlo pero tú me has forzado su carne en la boca, siento correr una caliente savia de púrpura y limón por mi lengua lacerada. ¡Oh rey, padre mío, y él éstá vivo ahí, y tú lo condenas cruelmente!

Minos: Y yo estoy vivo aquí, y él me condena cruelmente. En este día que vuelve cada año con una barca de llantos; en este día en que debo ser rey."

Julio Cortázar Los reyes (1949)

22 junio 2007

Versiones de Asterión I

"Bien digna de tenerte por esposo es la adúltera que engañó
con madera a un fiero toro y llevó en su vientre un feto híbrido.
Ya no me sorprende que Pasífae prefiriera,
antes que a ti, al toro: tu tenías mayor ferocidad.

Había crecido el oprobio de su linaje; el vergonzoso adulterio
de la madre era evidente por lo insólito del monstruo híbrido.
Minos decide alejar de su tálamo esta infamia y encerrarlo
en una mansión intrincada, en una morada tenebrosa.
Dédalo, famosísimo por su pericia en el arte de la construcción,
realiza la obra, enmaraña los puntos de referencia e induce
a error a los ojos con la revuelta de múltiples pasadizos.
Tal como el frigio Meandro juega con sus límpidas aguas,
y con zigzagueante curso fluye y refluye, y saliendo
a su propio encuentro contempla las ondas que han de llegar,
y, encarando unas veces sus fuentes y otras el mar abierto,
arrastra unas aguas sin rumbo cierto, así Dédalo llena
de rodeos los innumerables pasadizos, y apenas pudo él mismo
volver al umbral: tan grande es la trampa de aquel edificio.

Luego que Minos encerró allí la doble figura, de hombre y toro,
y derrotó al monstruo, dos veces cebado con sangre actea,
el tercero de los contingentes sorteados cada nueve años,
y una vez que con la ayuda de una joven la difícil puerta, que
jamás antes cruzó nadie dos veces, fue encontrada rebobinando
el hilo, al punto el hijo de Egeo raptó a la hija de Minos."

Ovidio Libro VIII Metamorfosis

16 junio 2007

Bloomsday

"... usaré una rosa blanca o esas masas divinas de lo de Lipton me gusta el olor de una tienda rica salen a siete y medio la libra o esas otras que traen cerezas adentro y con azúcar rosadita que salen a once el par de libras claro una linda planta para poner en medio de la mesa yo puedo conseguirla barata dónde fue que las vi hace poco soy loca por las flores yo tendría nadando en rosas toda la casa Dios del Cielo no hay como la naturaleza las montañas después el mar y las olas que se vienen encima después el campo lindísimo con maizales trigales y toda clase de cosas y el ganado pastando te alegraría el corazón ver ríos y bañados y flores en cuanta forma Dios creó y olores y colores saltando hasta de los charcos y los que dicen que no hay Dios me importa un pito lo que saben por qué no van y crean algo yo siempre les decía librepensadores o como quieran llamarse que se quiten las telarañas después piden berreando un cura al morirse y a qué santos es porque temen el infierno por su mala conciencia sí ya los conozco bien cual fue la primer persona en el universo antes que hubiera alguien que lo hizo todo ah eso no lo saben ni yo tampoco están embromados éso es como atajarlo al sol al salir Para vos brilla el sol me dijo el día que estábamos tirados en el pasto de traje gris y de sombrero de paja cuando yo lo hice declarárseme sí primero le di a comer de mi boca el trocito de torta con almendras y era año bisiesto como este sí ya pasaron 16 años Dios mío después de ese largo beso casi pierdo el aliento sí me dijo que yo era una flor serrana sí somos flores todo el cuerpo de una mujer sí por una vez estuvo en lo cierto y para vos hoy brilla el sol sí por eso me gustó pues vi que él comprendía lo que es una mujer y yo sabía que lograría engatusarlo siempre y le di todo el gusto que pude llevándolo despacito hasta que me pidió que le contestara que sí y yo no quise contestarle enseguida sólo mirando el mar y el cielo pensando en tantas cosas que él no sabía de fulano y zutano y de papá y de Ester y del capitán y de los marineos en el muelle a los brincos y el centinela frente a la casa del gobernador con la cosa en el salacot pobre hombre medio achicharrado y las chicas españolas riéndose con sus mantones y peinas y los remates de mañana los griegos y los judíos y los árabes y hombres de todos los rincones de Europa y el mercado cloqueando y los pobres burritos cayéndose de sueño y los tipos cualquiera dormidos en la sombra de los portales y las ruedas grandotas de las carretas de bueyes y el castillo de miles de años sí y esos moros buenos mozos todos de blanco y con turbantes como reyes haciéndola sentar a uno en su tendencia y Rondas con las ventanas de las posadas ojos que atisban y una reja escondida para que bese los barrotes su novio y los bodegones a medio abrir toda la noche y las castañuelas y aquella noche en Algeciras cuando perdimos el vapor las castañuelas y el sereno pasando quietamente con su farol y Oh ese torrente atroz y de golpe Oh y el mar carmesí a veces como fuego y los ocasos brillantes y las higueras en la Alameda sí y las callecitas rarísimas y las casas rosadas y amarillas y azules y los rosales y jazmines y geranios y tunas y Gibraltar de jovencita cuando yo era una Flor de la Montaña sí cuando me até la rosa en el pelo como las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y como me besó junto al paredón morisco y pensé lo mismo me da él que otro cualquiera y entonces le pedí con los ojos que me pidiera otra vez y entonces me pidió si quería sí para decirle sí mi flor serrana y primero lo abracé sí y encima mío lo agaché para que sintiera mis pechos toda fragancia sí y su corazón como enloquecido y sí yo dije sí quiero Sí."
James Joyce

"La última hoja del Ulises", traducción de Jorge Luis Borges.
Proa, Buenos Aires, número 6, enero de 1925.

06 junio 2007

Ya no sé qué hacer conmigo

Ya tuve que ir obligado a misa, ya toqué en el piano “Para Elisa”.
Ya aprendí a falsear mi sonrisa, ya caminé por la cornisa.

Ya cambié de lugar mi cama, ya hice comedia, ya hice drama.
Fui concreto y me fui por las ramas, ya me hice el bueno y tuve mala fama.

Ya fui ético y fui errático, ya fui escéptico y fui fanático.
Ya fui abúlico, fui metódico, ya fui impúdico y fui caótico.

Ya leí Arthur Conan Doyle, ya me pasé de nafta a gas oil.
Ya leí a Breton y a Molière, ya dormí en colchón y en sommier.

Ya me cambié el pelo de color, ya estuve en contra y estuve a favor.
Lo que me daba placer ahora me da dolor, ya estuve al otro lado del mostrador.

Y oigo una voz que dice sin razón:
“Vos siempre cambiando, ya no cambiás más”.
Y yo estoy cada vez más igual.
Ya no sé qué hacer conmigo.

Ya me ahogué en un vaso de agua, ya planté café en Nicaragua.
Ya me fui a probar suerte a USA, ya jugué a la ruleta rusa.

Ya creí en los marcianos, ya fui ovolactovegetariano.
Sano, fui quieto y fui gitano, ya estuve tranqui y estuve hasta las manos.

Hice el curso de mitología pero de mí los dioses se reían,
orfebrería la salvé raspando y ritmología aquí la estoy aplicando.

Ya probé, ya fumé, ya tomé, ya dejé, ya firmé, ya viajé, ya pegué,
ya sufrí, ya eludí, ya huí, ya asumí, ya me fui, ya volví, ya fingí, ya mentí.

Y entre tantas falsedades muchas de mis mentiras ya son verdades.
Hice fácil adversidades y me compliqué en las nimiedades.

Y oigo una voz que dice con razón:
“Vos siempre cambiando, ya no cambiás más”.
Y yo estoy cada vez más igual.
Ya no sé qué hacer conmigo.

Ya me hice un lifting, me puse un piercing, fui a ver al dream team y no hubo feeling,
me tatué al Che en una nalga, arriba de mami para que no se salga.

Ya me reí y me importó un bledo de cosas y gente que ahora me dan miedo.
Ayuné por causas al pedo, ya me empaché con pollo al spiedo.

Ya fui al psicólogo, fui al teólogo, fui al astrólogo, fui al enólogo,
ya fui alcohólico y fui lambeta, ya fui anónimo y ya hice dieta.

Ya lancé piedras y escupitajos al lugar donde ahora trabajo
y mi legajo cuenta a destajo, que me porté bien y que armé relajo.

Y oigo una voz que dice sin razón:
“Vos siempre cambiando, ya no cambiás más”
Y yo estoy cada vez más igual.
Ya no sé qué hacer conmigo.

Cuarteto de Nos


03 junio 2007

Une nouvelle secte de philosophes

Aquí yacen los despojos del muy ilustre Miguel Nostradamus, el único, a juicio de muchos mortales, digno de transmitir los acontecimientos futuros del mundo entero, con una pluma casi divina y en plena relación con las influencias de las estrellas.

Ana Ponsart Gemelle, (la mujer de Nostradamus).

Nostradamus Bolaño llegó a México como el Jesucristo de Ensor a Bruselas. La Historia era un afiche de la policía, clavado en la puerta de una ensambladora de autos. Las muchachas pobres buscaban en interruptor en piezas oscuras, e imaginaban manos desesperadas atrapando sus senos.

Y la luz no se prendía. La Historia, un grito ahogado en tantos gritos que desbordaban la noche de una ciudad perdonada. Y la luz no se prendía. O se prendía una hora después del suceso:

Vio la ampolleta inmóvil en el dormitorio lleno de carteles. Vio las modernas cortinas rotas y las persianas que el viento cerraba y abría.

Con brújula, pistola y mapas falsos, como un pirata, todo lo recorrió; haciendo del tierno viaje sentimental una Ilíada escrita por novelistas genocidas, poetas cobardes y delgados, dramaturgos dormidos.

En el bosque mujeres a caballo lo saludaban desde lejos.

La boca roja de la televisión decía: Nostradamus Bolaño, conjunción de astros en tu sandwich y en tu sillón de flores marchitas, y en tu cerveza que la vieja luna entibia. Es decir, querido, no importa cómo llegues a México, o a cualquier país, si los sentidos están intactos, si no eres capaz de sacarte el cinturón y entrar corriendo locamente, molineando la hebilla en el aire, botando puertas con las patas, a matar al loco que tiene una pistola en la mano y una niña despanzurrada en la cama.

Vio la ampolleta inmóvil en el dormitorio lleno de fotografías. Escupió el suelo, se lo tragaron los rincones. Vio las modernas cortinas rajadas, que el viento levantaba y dejaba caer. Bajó las escaleras -principios de siglo- aullando puras porquerías, buscando a gritos un taxi en la noche.

Roberto Bolaño en Correspondencia Infra 1, 1977.