26 octubre 2006

Traducciones

CXXII
Guardo el don de tus páginas grabado
en el fondo del alma, de ti llena;
que para siempre allí la ha iluminado
con su fulgor la eternidad terrena.
Hasta Cerebro y Corazón, al menos
subsistan según leyes de Natura
y el olvido no filtre sus venenos,
ha de alzarse en mí en triunfo tu figura.
Retener para mí tu manuscrito
mi culto por tu amor no acrecentara,
y pasarlo a otras manos no es delito
cuando mi alma tu recuerdo ampara.
Conservar algo para así evocarte,
Fuera admitir que puedo yo olvidarte.

(Traducción de Mariano de Vedia y Mitre)


CXXII
Tu presencia, tus tabletas, quedan grabados en el fondo de mi alma con un recuerdo perdurable, que subsistirá por encima de esta insignificancia del rango, más allá de toda fecha, hasta la eternidad misma.
O a lo menos tanto como mi cerebro y mi corazón conserven de la naturaleza la facultad de existir; hasta que ellos extirpen de la renta del olvido su parte de ti, tu recuerdo permanecerá en mí imborrable.
Su poder de retención no alcanzaría a tanto, ni yo tengo necesidad de cortes en su cera para llevar la cuenta de tu caro amor; así, me he atrevido a darlas a otros, para confiarme a estas otras tabletas más capaces de contenerte.
Conservar algo que me ayude a recordarte, sería admitir que te puedo olvidar.

(Traducción de Luis Astrana Marín)


CXXII

Thy gift, thy tables, are within my brain
Full character'd with lasting memory,
which shall above; that idle rank remain,
beyond all date, even to eternity:
or, at the least, so long as brain and heart
have faculty by nature to subsist;
Till, each to razed oblivion yield his part
of thee, thy record never can be miss'd.
That poor retention could not so much hold,
nor need I tallies thy dear love to score;
therefore to give them from me was I bold,
to trust those tables that receive thee more:
to keep an adjunct to remember thee
were to import forgetfulness in me.
William Shakespeare

24 octubre 2006

Palabras infames

Tres fragmentos:

"Es que yo creo en el poder liberador de la palabra. Pero también creo en su poder de destrucción pues así como hay palabras liberadoras también las hay destructoras, palabras que yo llamaría irremediables porque aunque parezca que se las lleva el viento, una vez pronunciadas ya no hay remedio, como no lo hay cuando le pegan a uno una puñalada en el corazón buscándole el centro del alma."

"Yo volví a mi discurso interior, a esta interminable perorata que me estoy pronunciando desde siempre y que no acaba: que lo uno, que lo otro, que por qué sí, que por qué no, que quién soy. Nada, nadie. Una barquita al garete en un mar sin fondo. Y he aquí que desde ese pozo de silencio quieto en el que el tiempo se podría empantanado empecé a oír por sobre el ronroneo de mis pensamientos los ajenos."

"Los recuerdos son una carga necia, doctor, un fardo estúpido. Y el pasado un cadáver que hay que enterrar prontico o se pudre uno en vida con él."
Fernando Vallejo El desbarrancadero

23 octubre 2006

Una estética de la provocación

Hace unos años –y casi por casualidad- la literatura gallega me regaló una de las tantas sorpresa que me guarda: encontré la novela Polaroid de Suso de Toro. El texto, para mí deslumbrante por diversos motivos, es un acto de provocación y de justicia poética. Pero no crean que estoy por hacer una apología de un texto que no la necesita. Sólo pretendo llenar un vacío. Desde el 86, dos fragmentos de Polaroid se autonomizaron respecto del límite que fija la pertenencia a un texto mayor. Me refiero, por supuesto, a los Manifestos kamikazes. Increíblemente, esos fragmentos no pueden encontrarse en internet. Me dispongo hoy a tipearlos como un regalo para los navegantes y como un homenaje a esa gran novela de la literatura de Galicia que es Polaroid:


“(APOTEOSE DO CHURRASCO)

MANIFESTO KAMIKAZE

Confesemos en voz alta o cancro irreversible que roe o país, démoslle unha morte digna a esta prea que xa fede. ¿De que vale esta agonía alongada?

No seu tempo, Manuel Antonio tivo a radical audacia de mandar á merda toda a literatura galega. Celso Emilio, no seu, enfrentouse á verdade oficial e descubriu o que coidou verdadeiro rostro do país e nun ataque suicida tirouse a escornar contra dos Ananos imparables, vermes da autodestrucción. Pasou o tempo e o cancro adonouse ata o cerne de todas e cada unha das extremidades desta prea podre.

¿Como reprimi-lo gómito diante de tanta solemne inauguración presidencial de Feiras da Empanada argalladas por Asociacións de Amas de Casa? ¿Como aturar tanta procesión da Mortalla da Cantora, santa avogosa da Saudade, tanto menea-la pantasma do ‘ilustre polígrafo rianxeiro’? Abandonemos só un intre o escepticismo, o sarcasmo e o cinismo e teñámo-la radical honestidade de amosa-lo verdadeiro rostro do país, porque debaixo de tanta discreta mezquindade e mediocridade CORRE UNHA VEA LOIRA de MERDA, CORRE UN RÍO DE XUDRE.

¿Seguiremos a asistir e a oficiar impasibles esta lenta, morosa ceremonia de esterilidade, autoodio e extinción? ¿Deixaremos que eses monifates solemnes, monstros mutantes de pel untuosa e mol coma a empanada, que axudan ese bafo a esterco que escorrentan co botafumeiro do ‘enxebre’, sigan a contemplar rexoubando dende a altura esta agonía lamentable? ¡FRENTE DO SOMETIMENTO E A INDIGNIDADE DUN PAÍS DE BOIS, ERGÁMO-LA TESTA CON ORGULLO, MESMO CON INSOLENCIA!

Os incendios que inzan o páis ameazándoo de desertizar son aínda tímidos. A desaparición do noso idioma esmagado polo invasor é excesivamente lenta, e, ¿imos deixar que o rematen outros?

Non hai volta atrás e estamos ó cabo do camiño, ¡CAMIÑEMOS! ¡CONDUZAMOS NÓS ESTA MORTE CON DIGNIDADE! ¡DESTRUÁMO-LO QUE QUEDA DO PAÍS! ¡DESTRUÁMO-LO QUE QUEDA DA NOSA CULTURA E DO NOSO IDIOMA! ¡REMATEMOS!

(APOTEOSE DO CHURRASCO)

GALICIA, ESA MERDA


Gallegos, vermes mutantes que habitades e vos mantedes deste país que é un morto que fede, unha prea que atufa. Galicia, esa rémora que odia o novo, os cambios, a vida, que se emborcalla na rutina, na ignorancia, na desconfianza. Galicia, patria noxenta da mediocridade. Galicia, ese territorio habitado por eses non-seres, sub-homes cunha leira na cabeza, eses seres mezquinos chamados gallegos. Raza furtiva e esquiva que extende a súa infame indignidade por tódolos recunchos do planeta.

¿É a VIDA logo esta moitedume de pantasmas ocupada en autodestruírse? ¿Nos será a MORTE? ¿Non será a morte esas sombras semiexistentes penosamente adicadas a que todo siga igual?

¿Non é a morte esas recuas de homínidos que periódica e ritualmente votan e escollen entre eles ós máis infames para que os destrúan? ¿Non é a morte a súa literatura, esa queixa monótona, gris e impotente, feita por catro pelmas para vinte plastas?

¿Pero é que logo NON SÓDE-LA MORTE?

Son cativos eses afáns autodestructivos de esta reserva lamentable de pantasmas (incendios forestais, destrucción das costas, do idioma,...), sempre incertos, dubidosos, e frenados por un certo agarrarse á mediocre subsistencia pantasmal. NÓS DESEXAMO-LA DESTRUCCIÓN E ENTERRO DESTE MORTO, o voso alimento. Somos partidarios da eutanasia e queremos unha morte digna para este indigno ser semivivo.

¡PROFANÉMO-LO PANTEÓN DE GALEGOS ILUSTRES!

¡DERRUBÉMO-LA CASA-MUSEO DE ROSALÍA!

¡FAGAMOS CROQUETAS COA MOMIA DE CASTELAO!

¡REMATEMOS CON GALICIA E O GALLEGO!

KAMIKAZES”

Suso de Toro Polaroid

11 octubre 2006

Los ojos de Dios

Epitafio de Francisco Chartres, muerto en Escocia, en 1731

Sigue corrompiédose aquí
el cuerpo de Francisco Chartres,
que, con inflexible constancia
e inevitable uniformidad de vida,
persistió
a pesar de las enfermedades y de la vejez,
en el ejercicio de todos los vicios humanos,
salvo la prodigalidad y la hipocresía.
Lo preservó de la primera, su insaciable avaricia,
de la segunda, su incomparable descaro.
No fue menos eminente
en la constante depravación de sus costumbres
que certero
en la acumulación de riquezas,
porque, sin profesión ni oficio,
sin el manejo de dineros públicos,
y sin cargo que justificara el soborno,
adquirió, o mejor dicho, creó
una fortuna de potentado.
Fue la única persona de su tiempo
que supo defraudar sin la máscara de la decencia,
y conservar su mezquindad prístina
cuando tuvo millones.
Habiendo merecido en todos sus días la horca, por
lo que hizo,
finalmente fue condenado a ella por lo que no pudo hacer.
¡Oh, Indignado Lector!
No creas que esta vida ha sido inútil para los hombres.
La providencia hizo prosperar al más indigno
de todos los mortales,
y fue cómplice de sus excecrables designios,
para dar a la posteridad
una prueba y un ejemplo insignes,
del ínfimo valor que tiene
una riqueza enorme
a los ojos de Dios.

John Arbuthnot Miscellaneous Works (1751) en Borges y Bioy Casares Museo


07 octubre 2006

La tumba y la bandera

"Cada cual se muere solo, eso es cosa sabida, pero todo entierro, como para reparar ese trance, nos devuelve cierta compañía: hay otra tumba al lado, otra tumba enfrente, otra tumba atrás. Se arma de vuelta una especie de ciudad, con cordón y callecitas, con vecinos, con visitantes. Eso por no hablar de los nichos, que imitan el frente de un edificio de departamentos. Trotsky no: se queda solo. Su tumba en su casa, en el patio de su casa, en su lugar privado. Sobre el mármol no flamea, pero pende, la bandera de la Unión Soviética: roja como un desafío, deja ver entre sus pliegues, un borde amarillo de la hoz, o del martillo, o del enlace entre ambos. Es la bandera de la Unión Soviética pero la Unión Soviética hace seis años que no existe más. Dejó de existir, ésa es la expresión, la misma que se usa para decir que una persona ha muerto. En agosto de 1940, Lev Davidovitch Bronstein, Trotsky, dejó de existir y lo que queda de él son sus restos aquí enterrados. En 1989, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas dejó de existir, y lo que queda de ella son sus símbolos, por empezar su poderosa bandera con la hoz y el martillo. La tumba y la bandera entran ahora, es decir, hace seis años, en una perturbadora relación de correspondencia. Ya no integran más una escena de homenaje, donde la bandera de una patria honra el reposo final del expatriado; no, ahora ya no, ahora se trata de una doble escena de extinción: en la tumba y en la insignia hay que ver, por dos veces, los restos de un difunto."
Martín Kohan Museo de la revolución