Conjunto de citas que, por alguna razón, me marcaron. Después de todo, otro modo de hablar sobre uno mismo.
27 septiembre 2006
Secretos
18 septiembre 2006
Ausencias
15 septiembre 2006
Maldiciones
Maldición de Oliverio Girondo:
Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a posternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor", digas: "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.
Espantapájaros, 1932.
Maldición de Tibulo:
Que con su boca sangrienta devore sangrientos manjares;
Tristes brebajes que beba bien rebosantes de hiel;
Vuelen en torno de aquélla las almas que lloran su sino
siempre y que cante violenta desde el tejado la strix;
Que enloquecida, llevada del hambre, en las tumbas las yerbas
busque y los huesos que allí dejan los lobos furiosos
que con los muslos desnudos aúlle cruzando las calles;
que desde el trivio la turba de ásperos perros avance.
Va a ser así: sus señales da el dios: ¡dioses tiene quien ama!
Venus se duele, olvidada por la injusticia que es ley.
“Ojalá te enamores”.
11 septiembre 2006
Una estampa sobre el maestro
05 septiembre 2006
Historias
01 septiembre 2006
La voz de la Revolución
¿Yo escribí eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche? Escribí: mi lengua se pudre. ¿Yo escribí eso, hoy, un día de junio, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche?
Y ahora escribo: me llamaron -¿importa cuándo?- el orador de la Revolución. Escribo: una risa larga y trastornada se enrosca en el vientre de quien fue llamado el orador de la Revolución. Escribo: mi boca no ríe. La podredumbre prohíbe, a mi boca, la risa.